Lo escencial es invisible a los ojos.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Pesadillas

Marta Gonzales despertó agitada ese amanecer. Había tenido horribles pesadillas que, ahora, mientras se vestía, no se atrevía a evocar. Frente al espejo peinó su cabello, blanco y largo, con desgano. Total, quien la vería. Hacia años que vivía sola en esa casona del centro de la ciudad. Desayunó un té de hierbas y el terrible sueño retornó. Cerrando los ojos para rechazarlo, como si agonizara, derramó un inacabable suspiro. Mas tarde, se entretuvo regando las plantas y se escandalizó al ver la pelota que aterrizadaba sin piedad sobre sus rosas favoritas. seguramente el chico de al lado le había tirado, una vez mas, por arriba de la medianera. Estaba harta de los juegos del mocoso que interrumpían sus siestas, ya correteando con su grato. Ademas, el animalito la tenia cansada con los maullidos y las caminatas y otros sucios menesteres encima de sus adoradas plantas. En ses momento resolvió que le pondría fin a tanta mala sangre: se quejaría con la madre del niño. Determinada, se arreglo un poco el pelo y subiéndose a una escalerilla, asomándose por la pared de junto, palmeo fuerte las manos.
   Cuando la vecina, tras escuchar los llamados, salió al patio y vio a Marta Gonzales por poco se desmaya de pavor súbito. Recomponiéndose, se acerco a la anciana que le reclamaba por las molestias del pibe y las porquerías que el gato dejaba en sus preciosas plantas. Luego de escucharla con interés decidío confiar en sus ojos y oídos. Lamentando lo que diría, y con mucha prudencia, le refirió que su hijo había muerto en un accidente hacia tres años y el gato tambien. Que ambos habían sido atropellados por un camión mientras retozaban en la mitad de la calle. Y que si ella, Marta Gonzales, podía verlos y sentirlos era porque habia muerto el mismo día, de un ataque al corazón. Como la vieja dama pareció no aceptar tal esplicacion, fue hasta el interior de la vivienda regreso con el diario donde figuraban, así le exhibió, los avisos fúnebres con el nombre del chico y el de ella, Marta Gonzales.
    La asombrada señora, después de leer atentamente los avisos, bajo y siguió regando sus amadas plantas. Por la noche, al dormirse, comprendió que las pesadillas continuarían atormentandola

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