Lo escencial es invisible a los ojos.

sábado, 26 de noviembre de 2011

D e s t i n o

 Cuando comenzaba a empeorar todo, dos ojos se clavaron en mí. No supe como reaccionar de tal sensación, no pude evitar notar que mis movimientos estaban siendo observados en detalle. No dejé de hacer lo que hacía y seguí caminando bajo la lluvia con la cabeza baja y la mente hecha un desastre, solo pensaba en lo malo que había sido mi día y en que mañana, pasado, y pasado… iban a ser iguales y hasta peores.
 Aun que ya habían pasado cinco minutos, seguía sintiendo como me miraba una persona que nunca había visto en mi vida. No sabía por qué pero me gustaba la idea. No me sorprendí para nada cuando cambié mi rumbo y me dirigí hacia él. Me sonrió y me dijo:  “Hola, parece que mi mirada es potente, te trajo hasta mi”. Si bien no supe que contestar, mientras me sentaba junto a él me quedé mirándolo un largo rato y dije, “Me llamo Hayden”. “Lo sé, te gusta caminar mojarte con la lluvia, sos impulsiva y la mujer más hermosa que he visto” me contestó en el mismo momento en el que yo quedé impactada, jamás había escuchado palabras como esas.
 Durante largas horas que se pasaron volando, sentados en un banco de la plaza principal, mis oídos disfrutaban su voz y mi cabeza había anulado sus palabras, no sabía de qué me hablaba, sólo asentía y en cuánto volvía a tierra contestaba lo primero que se me ocurría. Estaba perdida en su rostro, es sus rasgos, en el lunar de su mejilla izquierda y en sus labios que no dejaban de moverse.
 De repente algo me sacó de mis pensamientos: “Me tengo que ir, se hizo tarde” me dijo. “¿Te volveré a ver?” pregunté. “Dejemos que el destino juegue con nosotros” y se fue. De más está aclarar que han pasado dos semanas y no he logrado convencer al destino para que juegue con los dos.
Giselle Chaumont

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